martes, 30 de marzo de 2010

tic tac

Estos días he reflexionado mucho, no creo que me haya servido de mucho, pues no he llegado a ninguna conclusión.
Sigo sin tener claro uno de mis destinos. No comparto fines, ideas ni finalidades.
Hoy que ha sido un día muy importante, hace seis años que tengo una luz en mi vida, mientras me duchaba me he replanteado una idea. Hace tiempo, pensaba que quería repetir la experiencia de la maternidad, tener otro hijo, ahora no sé si ya quiero. No me arrepiento de tenerlo en mi vida, es más estoy orgullosa de cada paso que da, y muy contenta del gran chico que tengo. Hace un tiempo, no mucho, pensaba que quería, que debía darle un hermano, hoy no quiero renunciar a cosas que me llenan como persona individual, pero a la vez me siento mal por pensar que es el egoísmo el que nutre este sentimiento...
He terminado mi ducha con la losa aún más pesada.

jueves, 18 de marzo de 2010

mecánicas

Fué un día triste, un día en que no dejaba de llorar hasta que me di cuenta de que me reconfortaba beberme mis propias lágimas. Poco después descubrí que sabían mejor si las mezclaba con un pocode licor de manzana. Pero no hay que beber nunca cuando uno está en estado normal, en ese caso ya no se logra estar contento sin beber y se forma un círculo vicioso y uno ya no para de llorar para poder beberse las lágimas.
(fragmento de la mecánica del corazón)

Quiero cantar, quiero cantar, quiero cantar, me desahoga, lo haga bien o lo haga mal. Es ese desahogo que sentimos después de llorar, después de bebernos nuestras lágrimas. Y no lo consigo, no consigo quedarme satisfecha, últimamente se ha convertido en un martirio, no se camina, parece que se retrocede. El camino actual está marcado desde hace tiempo. Y se está haciendo surco ya, hay quienes nos cansamos de caminar por la misma senda y necesitamos avanzar pero hay caminantes que no avanzan y nos arrastran a quedarnos en la caseta. Algún día pasará, son retos a los que nos debemos enfrentar para mejorar, pero la perfección nos exige.

sábado, 13 de marzo de 2010

redescubriendo



No tengo nada que decir, más que estoy en etapa de redescubrimientos

martes, 9 de marzo de 2010

de cómo se empieza un día y se acaba

No me explico cómo puede ser que la gente influya tanto en el transcurrir de un día. Tampoco me explico cómo se puede liar un día de tal manera que en casi todos los ámbitos en los que se mueve una se tuerzan uno tras otro.
Los acontecimientos empiezan con un café no muy acertado esta mañana (eso me pasa por no usar mi super-nespresso). Me ha tocado recoger una pasta de cristales y jabón tras la rotura de la jabonera del baño, lo que me ha causado llegar 10 minutos tarde a trabajar. En el trabajo me han recibido como no podía ser de otra manera con más trabajo de lo habitual, y no contentos con eso, me adelantan que en los próximos días mis montañas de papeles se verán sepultadas por unas cuantas carpetas más.
La mañana ha transcurrido entre tecleos y sonidos de fax, y alguna que otra risa con mis compañeros, todo hay que decirlo, aunque la nube de mal rollo se iba concentrando encima de mi ordenador. La tormenta ha estallado y la marea nos ha azotado de lo lindo a casi todos en el departamento. No pasa ná, como dice una compañera, y no pasando ná.... Todo problema tiene solución, matemáticamente hablando eso es cierto, pero si hablamos de personas, ahí la cosa cambia un poco, ya veremos, son cosas que tampoco están en mi mano, y poco puedo hacer.
Salgo del trabajo dispuesta a pasar la tarde lo mejor que pueda, contenta porque ha salido el sol radiante y ZAS, un rato después una conversación inacabada me vuelve a poner de mal humor. Digo inacabada porque me he largado de ella para que no acabase en discusión, ya que mi mal día podría haber hecho saltar el cemento de la cancha. Mi tarde ha seguido, he logrado dejar mi mala leche en las gotas de sudor de un par de clases en el gimnasio, no sin antes hacerle tirar el teléfono del monitor al suelo y hacer que saltara en un par de trozos...
En fin, estas cosas pasan, mañana será diferente. Un mal día lo tiene cualquiera, pero si encima te tocan las narices...

sábado, 6 de marzo de 2010

momentos


La laca de uñas, incluso le vernis de mi adorado Chanel, no aguanta inalterable más de dos o tres días.
Los perfumes, por exclusivos que nos parezcan, no resisten a nuestro olfato más de una semana. Después ya no los percibimos, aunque los demás si lo hagan.
El brush de mis mejillas no soporta más de cuatro horas encima de ellas.
La sombra de ojos se convierte en una línea entre el pliegue de mis párpados a las pocas horas de haber sido aplicadas.
El carmín se absorbe en la boca al rato de haber sido expuesto a la saliva.
Cualquier lagrimita de nada acaba con el mejor Diorshow.
Aunque no lo parezca hasta el Kohl más exclusivo acaba en el clinex.
Pasamos un buen tiempo antes de salir de casa para estar o parecer perfectas, y solo disfrutamos de lo bien que nos ha quedado el maquillaje un momento, el momento del último retoque en el ascensor antes de salir de casa. Al llegar al punto de encuentro ya no está igual. Aunque ha merecido la pena, esos 30 minutos de ritual, elección de los colores según la ropa que hemos elegido, la intensidad de la aplicación según el lugar y el motivo del encuentro. Si nos ponemos o no base según con quién hayamos quedado.
Porque seamos realistas, no es lo mismo, no nos maquillamos de la misma forma para ir al teatro con un@ amig@ que para ir a cenar con amigAs. De la misma manera que no medimos lo mismo ni nos ponemos los mismos pantalones.

Aunque sigo pensando lo mismo, el único momento que es nuestro es el minuto que pasamos frente al espejo del ascensor dudando aún si la elección de los pendientes ha sido acertada.

Lo efímero de las cosas. La relatividad de las cosas.

viernes, 5 de marzo de 2010

Salvación

Tras acopio de dopping, mantita, sofá y cosas calentitas, parece que hoy mi cabeza anda un poco, pero solo un poco despejada. Esta tarde he salido a orearme, dicen que va bien en estados catarrales, y es cierto, me ha ido bien, aunque el frío que hacía no se si me habrá ido muy bien, mañana lo veremos.


Tras meter la pata hasta el fondo y después de pedir disculpas nos queda siempre un resquemor, un algo que no se describir, es difícil de superar, pero existe, yo no quiero que pase. No soporto el rencor. Con un buen abrazo todo pasa, supongo y ese momento se espera como la salvación. Necesito unas lagrimitas o lagrimazas, llenar unos cuantos pañuelos de babas lacrimales, de esas que limpian el alma, de esas que te dejan nuevo y te hacen coger el tren que conduce hacia la cima. Para luego, claro está, volver a los infiernos, porque de eso no nos salva nadie. Todo ayuda tanto a la hora de subir como a la de bajar, pero parece que la fuerza de la gravedad nos atrae siempre, subir y flotar no lo hacen más que los eruditos, e incluso ellos de vez en cuando bajan al inframundo.